martes, 2 de marzo de 2010

PERO DEJAD TRANQUILO A ESE NIÑO (MIGUEL LABORDETA)



Hoy he recordado el poema que le leyó J.A. Labordeta al ínclito de la peineta cuando se debatía sobre la invasión a Irak. El poema es de su hermano Miguel.

Mataos. Pero dejad tranquilo a ese niño que duerme en una cuna. Invadid con vuestro traqueteo los talleres, los navíos, las universidades, las oficinas espectrales donde tanta gente languidece. Triturad toda rosa, hollad al noble pensativo. Preparad las bombas de fósforo y las nupcias del agua con la muerte… Inundad los periódicos, las radios, los cines, las tribunas, pero dejad tranquilo al obrero que fumando un pitillo ríe con los amigos en aquel bar de la esquina.
Asesinaos si así lo deseáis.
Exterminaos vosotros: los teorizantes de ambas cercas que jamás asireís un fusil de bravura. Asesinaos pero vosotros los inquisitoriales azuzadores de la matanza… Pero dejad tranquilo a ese niño que duerme en una cuna, al campesino que nos suda la harina y el aceite, al joven estudiante con su llave de oro, al obrero en su ocio ganado fumándose un pitillo y al hombre gris que coge los tranvías con su gabán roído a las seis de la tarde. Esperan otra cosa.
Los parieron sus madres para vivir con todos y entre todos aspiran a vivir: tan sólo esto. Y de ellos ha de crecer si surge una raza de hombres y mujeres con puñales de amor inverosímil hacia otras aventuras más hermosas.

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