jueves, 2 de septiembre de 2010

ASCENSION AL MONCAYO POR LA RUTA SORIANA

El Moncayo es la cumbre más popular de la provincia de Zaragoza. Numerosos aficionados de todas las edades suben durante todo el año a la redondeada montaña de 2.316 metros de altitud. La montaña trapezoidal del Sistema Ibérico es ideal para que los niños conozcan este bonito deporte y para que las personas mayores hagan un ejercicio moderado y saludable.
Muchos aragoneses la han subido tantas veces por la vertiente del Santuario de Nuestra Señora del Moncayo que han perdido la cuenta. Pero muy pocos la conocen por la reseca vertiente soriana. El contraste del Moncayo zaragozano y el Moncayo soriano es evidente. Por Aragón, la montaña está tapizada de amplios pinares desde su faldas en Vera de Moncayo, de humedad, de riachuelos y praderas hasta 500 metros de la cima que también se denomina de San Miguel.
Por Soria es otro mundo. El paisaje lo dominan los amplios páramos a más de 1.200 metros. Las tierras de la vertiente suroeste son secas, austeras, con escasos bosques y con las llanuras que se pierden en el horizonte hasta la Sierra Cabollera y los Picos de Urbión con los molinos de viento en primer término para estropear el áspero paisaje.


El ascenso por Zaragoza es muy agradable y se puede complementar con la visita de la monumental Tarazona, el Monasterio de Veruela o pueblos como Trasmoz, Santa Cruz o Vera de Moncayo. Pero el buen amante del senderismo no debe perder la oportunidad de conocer la cara soriana.
Para comenzar la andada hay que dirigirse por Ágreda y Olvega hasta la pequeña aldea de las Cuevas de Ágreda. Se alza a nada menos que 1.312 metros, a más altitud que la mayoría de los pueblos del Pirineo aragonés. Las Cuevas de Ágreda es tan pequeñito que no tiene ni un bar, aunque en la época estival cuenta con cierta vida. Su nombre proviene de una cueva situada en lo alto del pueblo relacionada con leyendas sobre Hércules.
En estas fechas es adecuado realizar la ascensión lo más temprano posible para evitar los agobiantes calores. La ascensión es larga, sostenida, sin descanso y con una pendiente creciente hasta que se lleva al lomo final del Moncayo. Si se quiere llegar a la cima del Moncayo al mediodía, la hora más indicada para partir son las nueve de la mañana. Es decir, un camino de poco más de dos horas y media de evidente sendero para superar los mil metros de desnivel.
Desde la salida del pueblo, un poste señala el G.R.-86 con marcas rojas y blancas. Muy pronto, cogemos una pista y el río Transmoncayo, que nos acompañará en nuestro caminar en dos tercios de la ascensión. Por esto no es necesario que el excursionista se provea de agua.
En la primera media hora se camina por un agradable bosque, pero va desapareciendo conforme subimos. Ya no dejamos de ver al fondo la silueta redondeada del Moncayo. Abandonamos la pista y, por un terreno de monte bajo, el barranco se estrecha y el camino se hace más empinado al tomar la dirección este. El sol cae a plomo sobre el caminante y el cansancio del ascenso se mitiga cuando llegamos al nacimiento del río.
Nos queda menos de media hora para llegar a la plataforma de las cimas del Moncayo. La senda se pierde entre pedreras, mientras escasos senderistas descienden tras haber subido el techo de Zaragoza. En poco más de dos horas alcanzamos el magnífico balcón del Collado del Alto de las Piedra, a 2.252 metros de altitud.
El panorama cambia. De la soledad soriana, los excursionistas coinciden con sus colegas que suben por la vertiente aragonesa. Es el habitual overbooking donde se encuentra de todo. Desde familias enteras, a fotógrafos ocasionales, montañeros empedernidos, jóvenes gozosos hablando por el móvil contando la gesta del ascenso al gigante aragonés. Y como mudo testigo la Virgen del Pilar, que preside la cima y que ya está acostumbrada a todo tipo de escenas pintorescas.

Texto y foto: Ricardo Martí.

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